La alegría mañanera se diluye como el azúcar.
Después, el café va presentándonos gente.
Gente que deslustra el ánimo,
como los peregrinos ansiosos,
que besando al santo,
lo manosean
y se unen en un abrazo laaaargo
quitándole el color.
Mientras aguanta, estoico, arremetidas de amor.
Peregrinos contentos que huyen
encontrando salvaciones.
Así va llegando la gente,
quitándome el color.
Dejándome gris.
Pero el trabajo acaba.
Y el sol me baña de oro
para devolverme el color.
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